“A marche forcée” (A marcha forzada) es un ensayo sobre la marginalidad en China. Samuel Bollendorff es uno de los exponentes de la nueva generación de fotoperiodistas que reivindica sus valores esenciales de crítica social.
Nacido en 1974, pertenece a esta generación de fotógrafos que se ejercitó durante su formación en trabajar la forma y el contenido, se formó desde la técnica y de la práctica fotográfica. De sus estudios de historia del arte, conservó este cuidado de la observación. En cuanto a su paso por la escuela de Bellas Artes de Paris, aprendió allí a reflexionar sobre la forma de sus realizaciones. Rápidamente la prensa le confió grandes trabajos de reflexión: la policía, la prisión, el hospital o la escuela. Elabora dichas realizaciones interrogándose sobre el lugar del individuo en los servicios públicos, sobre todo en el espacio de libertad que le queda.
Para reponder a un pedido del Ministerio de Cultura y Comunicación se informó durante mucho tiempo sobre los olvidados del crecimiento económico chino, luego eligió construir su declaración basada en tres nociones fundamentales: el desarraigo físico, cultural, la reclusión, la esclavitud moral y física. En China, los campesinos desplazados, despedidos de las pocas tierras que cultivan y presionados a abandonar sus tradiciones, sus tierras y su pasado son obligados a enviar a sus hijos a trabajar en condiciones casi inhumanas y peligrosas, ya sea en las minas para los varones o las fábricas para las niñas donde perderán, con suerte, solo la esperanza, o aún, la vida.
Para evocar esta dolorosa epopeya, Samuel Bollendorff realiza imágenes muy cuidadas, particularmente controladas en cuanto a la actitud, el movimiento y la luz, como planos – secuencias que explicitan a la vez el contexto y la tensión psicológica. Es por eso que se transformó rápidamente en uno de los talentos de esta corriente de la fotografía, denominada el nuevo documental.
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