Para mí, la cámara es como el saxo para un saxofonista; es una herramienta que querrías poder ignorar, pero a través de ella has de canalizar tus pensamientos y todo aquello que quieras expresar.
 Claxton se inició en la fotografía por pura 
diversión. Frecuentaba clubes de jazz en los que disfrutaba 
inmortalizando a músicos emergentes, captando imágenes que desentrañaban
 la esencia inherente a la creación de melodías, buscando el enfoque que
 emulase esa improvisación y espontaneidad propias de una jam session. Sin embargo, no se profesionalizó hasta que Richard Bock, que acaba de fundar Pacific Jazz Records, le ofreció un contrato como fotógrafo. 
En 1960, junto con el musicólogo alemán Joachim Berendt
 realizó un viaje en Chevrolet de tres meses de duración por Estados 
Unidos para documentar visual y sonoramente los restos del pasado y la 
realidad del presente del jazz. El resultado de su colaboración fue una asombrosa colección de fotografías y grabaciones de artistas legendarios, así como de desconocidos músicos callejeros.
El mismo Claxton comentó que una de sus 
principales virtudes era la de ganarse la confianza de los músicos, a 
veces altivos otras desconfiados, para retratarlos en su ambientes más 
intimistas, casi familiares y eso dio como resultado un buen número de 
fotos únicas compuestas por jam sessions en habitaciones de hotel, reuniones de músicos en torno a una piscina o barbacoas campestres, que emanan gran humanidad.
Aquí pueden echarle un vistazo al libro.












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