Comenzó pintando grafitis y fotografiando esos dibujos, y casi en la misma época, en su pueblo, Santa Coloma de Gramanet, comenzó a expresarse cierto malestar social. "Era un barrio bastante problemático y empecé a hacer fotos de mis amigos manifestándose en el barrio. Y algunos periódicos comenzaron a interesarse por las fotos hasta que al final pude vivir de eso. No era nada vocacional, fue casi accidental", relata.
Fue a los 19 años cuando viajó a Oriente Medio, "casi por accidente,
invitado por dos amigos", y se enamoró de su cultura, cuenta en una
entrevista con EFE. "Resulta mucho más fácil trabajar allí (en el mundo
árabe). La gente no tiene ese punto de paranoia, de miedo hacia la
fotografía. Son gente más abierta que en Occidente y me he quedado allí a
vivir. Me siento más cómodo", dice el fotógrafo, radicado ahora en
Túnez. Aranda confiesa que le atrae más esa región que otras que le
podrían resultar más familiares, como América Latina, y cree que "es más
fácil fotografiar algo que es muy diferente a tu cultura".